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Durante el renacimiento, Tomás Moro describió la utopía como un modelo de sociedad ideal con niveles muy bajos de crimen, violencia y pobreza.
Las distopías a menudo se caracterizan por la deshumanización, los gobiernos tiránicos, los desastres ambientales u otras características asociadas con un declive de la sociedad.
Las sociedades distópicas han sido muy atractivas para los escritores y en concreto para los de ciencia ficción, siendo muchas las ocasiones en las que han ambientado sus obras en sociedades del futuro, fracasadas en términos de ética, corrupción y valores, en las que el caos campa a sus anchas bajo el beneplácito de líderes sin moral. En contraposición están los héroes, algunos sin escrúpulos que luchan en medio de la adversidad por salvarse a ellos mismos y en otras ocasiones incluso con un propósito más loable y ambicioso como es salvar a la sociedad entera.
Las obras distópicas tratan sobre aspectos sociales, políticos y filósoficos e incorporan temas como los peligros de la ciencia y la tecnología, la desigualdad social, la dictadura de las grandes corporaciones, la robótica o los desastres de las guerras, nucleares, entre planetas o más allá de las galaxias.
Algunos de los ejemplos más famosos del tratamiento de la distopía en la literatura son la novela 1984 publicada en 1949 por George Orwell, en ella aparecen los conceptos del Gran Hermano o Hermano Mayor que nos vigila constantemente, la habitación 101, que era un espacio de tortura donde a los sospechosos se les metía en una jaula con ratas para cambiar su voluntad y hacer que abandonaran los vínculos humanos y se sometieran a la supremacía del partido y del estado, la policía del pensamiento y la neolengua como forma de represión con la que se eliminan conceptos y palabras del lenguaje pues, lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.
Fahrenheit 451 del escritor estadounidense Ray Bradbury fue publicada en 1953 y trata sobre una sociedad del futuro en la que los libros están prohibidos y los bomberos se encargan de quemar cualquiera que aparezca. Uno de los bomberos decide no seguir siendo un destructor del conocimiento y decide unirse a un grupo de personas de la resistencia y dedicarse junto a ellos a memorizar y difundir las obras más importantes.
Un mundo feliz es otra obra cumbre distópica del año 1932 en la que el escritor británico Aldous Huxley anticipa el desarrollo de la tecnología reproductiva, los cultivos humanos, el soma que es el control de las emociones por medio de drogas y la hipnopedia que es un proceso de aprendizaje o sistema de educación que se realiza a través del sueño, en el caso de la obra de Huxley durante la niñez.
El mundo distópico descrito por Aldous Huxley, como también sucede en los de otras obras, se podría considerar como utópico pues se describe una sociedad aparentemente ideal donde la humanidad es organizada en castas y donde cada individuo sabe y acepta en todo momento su lugar en una sociedad saludable, avanzada tecnológicamente y sexualmente libre. Es claramente una utopía pues la guerra y la pobreza han sido erradicadas y todos los ciudadanos se sienten permanentemente felices. Pero paradójicamente todos esos logros se han alcanzado dejando atrás aspectos como la familia, la diversidad cultural, el conocimiento, el arte y la sensibilidad, los sentimientos, el amor... ¿Qué mundo es mejor?
Los mundos distópicos han dado paso al ciberpunk, las corrientes apocalípticas en las que aparecen cataclismos de diferente índole, desastres ecológicos, virus y pandemias, ataques extraterrestres, invasiones zombis, guerras nucleares, rebelión de robots que destruyen nuestra civilización, etc. También existe las variante postapocalíptica en la que después de las consecuencias de la destrucción por las causas citadas anteriormente, surge la lucha por la supervivencia.
Muchas personas aseguran que los tiempos que vivimos actualmente tienen mucho que ver con las situaciones distópicas descritas en obras como la mítica película y serie de TV La Fuga de Logan de Michael Anderson de 1976, basada en la novela homónima distópica de William F. Nolan y George Clayton Johnson o en Un mundo feliz que hemos comentado anteriormente, en ellas las sociedades están confinadas y los ciudadanos están separados físicamente unos de otros en sus particulares burbujas, entornos altamente automatizados y tecnológicos que actúan a modo de microcosmos autosuficientes.
En La Fuga de Logan los hombres viven en una ciudad subterránea de la que no pueden salir y en la que pueden disfrutar de los placeres de la vida hasta los 30 años, edad en la que deben morir.
Sin duda todo un universo apasionante y un ejercicio creativo muy estimulante el de imaginar mundos o sociedades futuras con unas características o con otras, que sean mejores o peores. Y lo que resulta más inquietante es diseñar o imaginar esas sociedades futuras pensando en su máxima perfección, dónde entran en juego aspectos como la ética, la justicia social que puede ser entendida de diversas maneras. ¿Sociedades donde el individualismo y el mérito puede tener un mayor protagonismo o sociedades más homogéneas? ¿Homogéneas hasta qué punto? ¿Deberemos igualar sentimientos, y experiencias? ¿Qué mundo será mejor? ¿Cómo debe ser una sociedad perfecta?
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